VIII recital de poesía de alumnos de la Universidad de Navarra.
Martes 21 de marzo de 2023.
Juan José Garcés
Sin desayunar
Lo siento, cariño,
el cuerpo aquí presente
aún no es parte de mí
–muy a mi pesar–.
El pegamento del sueño
todavía no se ha disuelto
de mis párpados,
de las puertas a mi persona.
Pero aquí estoy,
de cuerpo presente.
Como la estatua
es observada en su admirable
quietud,
mírame tu así, hasta que la sangre
del café vuelva a dar color
a mis ojos de mármol.
Frank Bline
Artistas y ciegos
En un mundo de sol y luna,
y eclipses prohibidos,
crecí como especie rechazada,
en línea entre el blanco y el negro,
entre rojos, azules y amarillos.
Seguiré pasos invisibles,
andaré con pies descalzos,
y mis huellas serán un camino.
No usaré vuestras medidas ordenadas,
voy a mezclar lo inmezclable,
voy a juntar azules y rosas,
seré el morado entre el rojo y el azul.
Descubriré la sensación del verde,
naranjas de sol crepuscular,
y sobre mí la plata lunar.
Inundaré el mundo con tonos de mi alma,
tocaré música con latidos de mis venas.
He visto desórdenes fascinantes,
sombras más brillantes que el sol,
todo un mito lejano para vosotros.
¡Cuantas luces de mil colores que no veis!
La reuniré contra vuestro templo,
que explote lo perfecto en llamas,
de las cenizas de mentiras nacerá la verdad.
Abramos huecos en las paredes,
que entre aquello que tanto teméis,
lo que os hace ver por primera vez,
y os despierta de vuestro sueño gris.
Antonino N. González
El poeta, rechazado
por su gente, y olvidado,
se regodea en su interior
en un instante de delirio,
se ensimisma
y se amarga.
El poeta, que ve el mundo
y aun así lo ignora,
mientras en un poema captura
más realidad de la que verá nunca.
No es más que una triste existencia
dando tumbos por la vida,
buscando vivirla
mientras se le escapa.
Lucía Miquel
Te pienso y te dudo
Te pienso y te dudo.
Y vuelvo a pensarte.
Y ahora pregunto:
¿Es pensar o dudar lo que me hace amarte?
Aún, al mirarte, atisbo las palabras del silencio.
Del silencio que hizo eterno y por error, un «don prudencio».
Y al oír estas, las palabras del silencio,
te pienso y te dudo.
Pienso en el fulgor de tu mirada,
en cómo sería saberme por ti amada.
No en un amor de carne, no en un amor en balde,
no en un amor sin madre, no.
Sino en el sentido más profundo y latente del amor,
en el más sublime, en el más perfecto; en el único eterno.
Y, entre estos mil momentos, te pienso y te dudo.
Y al pensarte no me invento, no me encuentro ni a mí misma.
Solo temo que el silencio sea muy largo en el tiempo,
y haga tanto, demasiado, que al fin nos deje mudos.
Solo dudo, temerosa, que mi amor sea una pobre caricatura
y que la realidad de golpe acabe con mi cordura.
Pues, te pienso, y dudo que pudiera soportar estar amando solo a mi deseo:
estar amando solo a mi locura.
Juan Abia
Desconocer es algo presencial.
Por ser cualidad natural
y digna fuente de humildad.
No me llames sentimental si digo
que no hace mucho era desconocido.
Desconocía el nivel de felicidad.
De una felicidad tan simple
e imposible de explicar
y conseguir de forma individual.
Aprendizaje constante aportado.
Que nada deja de tener significado.
Compañera sentimental que acompaña
a un chico que, por desconocer,
no conocía nada.
Se queda errónea la palabra «quiero»
pues el «te» desvela lo cierto,
simplemente lo que siento.
Enrique López
Una querencia dulce y triste de escucharte
marchita lentamente cada pétalo;
sostiene una mirada ensimismante
que a mi alma le susurra y dice “piénsalo”.
Cuando en nada caen todas las lágrimas
y el deseo reúsa, ya cansado;
cuando el amor, desnudo y sin escamas,
se muda del corazón al costado;
cuando secas son las flores que recojo,
cuando el sol se esconde y ya no hay luz;
cuando ya en mi puerta no hay cerrojo,
describo con mi pluma tu virtud.
La inquietud constante que me habita
y en tropel recorre mis entrañas,
corazón que alado me palpita
cual caballo libre en la montaña,
es la fuerza con que envisten al torero
la bravura de las astas del Miura;
valentía con que el joven altanero
rienda suelta brinda a su locura.
Es así como este iluso por ti brega,
combatiendo con su espada a talismanes;
es así como el amor, que se hace entrega,
se eleva hasta volar con gavilanes.
Cornetas desentonan en la corte
con su engaño fútil desde antaño:
viento frío que viene del norte
y a la costa azota y hace daño.
De las lisiaduras que en mi piel
acampan, tus caricias -¡dulce miera!-
son del ávido pintor su fiel pincel;
del artista el barro y la madera.
Un grito va de mi alma a tu figura,
al calor intenso de tu aliento,
que asesina a quemarropa mi esperanza;
y audaz, cual jinete a su montura,
se levanta en pos de último intento,
convencido de que el amor todo lo alcanza.
Rafael Llorens
No me sufras
Inmerso en un mar de dudas,
mi realidad
es tan confusa.
Las cosas se ven inciertas
con mi cabeza dando vueltas.
Son cosas que me hacen pensar
y no sé cómo reaccionar.
Me rayo al caminar.
Me acuerdo de lo pasado.
Entonces,
busco hacer realidad
bonita complicidad.
Jaime Alonso de Velasco
Antropología
I
Ser hombre nunca es solo ser un hombre.
Un hombre nunca es solo uno de tantos.
Ser uno para el hombre es serlo todo.
Todo el amor de un Dios: eso es un hombre
Todo el amor que mueve las estrellas,
Todo el Amor a un Hijo, que es el Hombre.
II
Es la verdad: soy uno más de tantos…
¿Aceptación? ¿Resignación serena?
¿O risas inocentes, paz de niño?
Pues ser uno de tantos es ser hijo,
Ser todo el infinito Amor del Padre.
Javier Garralda Arana
La habrá
Si ardiera la lluvia azul bajo aquel libro de metal;
nadara entre sus líneas balsámicas de aguacero;
fuera de acero la tilde y pusiera fin al punto y final;
si la poética neoyorquina diera nombre a la rosa;
o si los molinos de viento apuntaran a Castilla;
si un labio suspirase al fino labio que aún suspira;
dieran voz mano con mano al romancero gitano;
cegara al pequeño hermano el faro de Alejandría;
si el ladrón de tumbas fuera un mero lazarillo;
o si el príncipe abdicara en favor del principito;
si la fiesta fuera fiesta, sin orgullo ni prejuicio;
rompiesen cumbres borrascosas en tierras baldías;
bajara del cielo al infierno sin siquiera su permiso;
si fundara el extrajero la ciudad del sol en su utopía;
o si hiciera caso omiso quien dio muerte al ruiseñor;
si ciento veinte jornadas fueran mil y una noches;
o diera el gato negro ser y tiempo que tú imploras;
si la historia interminable termina por contarse;
o si aceptara los anillos el señor de las moscas;
si algún día hubiera escasez de locura
o faltaran lágrimas de poeta por llorar,
aun si el más joven cantor cayera en desdicha;
mientras haya quien piense, sienta y lea,
mientras haya un alma inquieta,
habrá poesía.
Rafael González de Canales
Una voz llamada poesía
Hay algo que en mi pecho inflama
un indefinido color de armonía.
Es el canto limpio que unifica
el movimiento de todas las cosas.
Es un amor torrencial vestido de silencio
y pronunciado en lengua extraña.
Es para ser siempre un sí
de santidad o locura innata;
que viene para ti,
aunque no sepas que te llama.
Miguel Gutiérrez
Diazepam
Voy a la fiesta de la luna llena.
La luna me regala una sonrisa,
tengo que disfrutar
su alegre compañía.
Y aullar toda la noche
sin parar, sin cansarme,
los dos necesitamos
un concierto salvaje.
El cielo y las estrellas
escuchan expectantes,
soy lobo solitario
y la luna mi amante.
Carmen Baleztena
Ubuntu ‘soy porque somos’
Te grito porque temo que me dejes,
pero soy
como pasos sonoros
sobre arena
muda.
Te callas porque dices que te importo,
pero eres
como cristal con reflejo
oscuro.
Lucas Oliver
Un día moriré
y conmigo el sol de mi infancia
y conmigo cada uno
de los anhelos de mi sangre.
El día final se agolparán
todas las muertes ya vividas,
el primer desamor,
la muerte de mis padres.
Pero hasta entonces,
hasta la cama o el arcén,
moriré bien,
viviendo en cada día.
Deteniéndome a menudo a mirar,
entre nubes como arcos
y ascensos del aliento entre las rocas,
el sol tan rojo de poniente.
Izaro Díaz Manzo
EL BALANDRITO
Parece, mar, que no estás solo,
entre esponjas se baña el niño.
Las gaviotas ondean la brisa,
las voces callan enseguida.
El barco por la espuma riela,
carcajea desnudo el crío.
Mar, ¡qué dichoso este instante!
Este. Ahora, cuando lates.
Iñigo Ruiz
A ti, a ti,
que nada sabes de mi nombre
y nada esperas:
abrirán mis labios esta rosa
de la inocencia temprana
de mis años;
florecerá la luz
del corazón en tu mejilla
y serán mis manos
todo el beso de la tierra.
Jesús Montalbán Molina
Que silencio, ahora, aquí, dentro de esta tarde. Parece haber pasado toda una vida en ella,
como un inmenso sueño azul. Bajo él va creciendo ese silencio cómplice que guardamos
antes de caer dormidos. Se torna callada en un riachuelo que acaricia el pecho, limpiándolo
de mi mismo. Puliendo a besos mis costillas, bañando de leche mis pecados.
En este silencio de agua y día se bautiza el alma de nuevo. Y entonces, ya no me siento
solo: en el cristal del cielo me baño de niño. La línea de luz se mece como un secreto en
sus labios, un deseo blando y carnoso adormilado en su frente. El niño se zambulle en la
frescura, correteando cristalino por los cielos, chapoteando en los vientos libres preñados
de luz.
Quisiera salir de mis ojos para besar los suyos. Se asoma gracioso a los míos y me mira.
Me mira callado, como la tarde que habita, extrañado, no se encuentra. Los silencios de los
niños son los más bellos y misteriosos. Algo ligero e invisible, un ángel quizá, le parece
susurrar algo al oído, guardando silencio, atento. Cuando crecemos pareciera que
olvidamos aquel secreto de aire que nos visitó, y que jamás revelamos a nuestros padres.
Son estos últimos días cuando más siento su olvido, cuando le tengo frente a mí, como otro.
Trato de dormirle en el malva que queda, con alguna nana de terciopelo, pero solo me mira
como si fuera yo otra tarde.
Oscurezco y queda por fin rendido en mi pecho, cansado de jugar. Su cuerpo de estrellas
tiernas se apaga, goteando versos de aquel secreto. A mi lucerillo le ofrezco la mano y se
acurruca en mi palma. En un murmullo, una oración, cae dormido en mi. Vuelvo a estar solo
frente a una noche.
Luis Enrique Alas
Oh, Carolina
«No tengo veinte años y ya estoy casi roto»
Carolina Durante
Acaricias las cosas con las yemas
como a la espera de un mensaje oculto
o al menos no evidente sino al tacto.
Haces igual que hacía nuestro abuelo
que en ese braille que llamamos rostro
la lágrima leía pese a ser
recuerdo ya pasado de unos días
o igual que en tu labor —mezcla de harina
y agua— buscas los grumos repitiendo
una vez y otra mismo acto, ritual
que acaba cuando formas los pedruscos
que luego el fuego abrasador en pan
convierte. Más, las cosas que acaricias
¿invocan al pasado atroz al roce
trayendo a la memoria a quienes ellas
habrán tocado? ¿sabes su destino?
Tu gesto así lo indica pues sonríes
a la vez que hablas y a la mesa pruebas
tu profético tacto sin que el otro
descifre lo que tras de ti se esconde.
Andrés L. Jaramillo
Perderse
Tú sí que sabías perderte.
Nunca te lo dije, es cierto
porque las palabras se me atrincheraban cada vez que te veía
Callaba, y recorría contigo un sinfín de calles empedradas.
Inventábamos mil historias inverosímiles de cualquier piedra.
‘Inverosímil’. Lo único inverosímil eran nuestros encuentros “casuales”.
Hablar sobre el futuro y sentir el pasado más leve.
Hablar del mar y de paseos por la playa.
Hablar del mar y ver las huellas de tus pies descalzos en la arena,
la tarde que agoniza en un ocaso y el viento que hace bailar a tu pelo.
También a nuestra historia le llegó un ocaso:
no dije lo que debía decirte
cuando tus pies amenazaban con irse.
Una palabra a tiempo, una mirada sincera…
Las calles de antes actuando de laberintos
Paredes con un tinte sombrío y un aire amargo sobre la atmósfera.
Yo que no sabía dónde encontrarte.
Sin alas con las que escapar
y con tantos enigmas sin resolver
El tiempo a favor y en contra
y una memoria que no ayudaba.
Era tan fácil perderse contigo, que no imaginé que sería tan fácil perderte.
María Pérez Ibáñez
BRÚJULAS NI PARAGUAS
Los truenos golpean las escaleras
y trepa el sudor frío por la colcha.
Gigantes de plomo y de cristal
se ciernen sobre el tejado,
es por ellos que mi almohada
está blanca y empapada.
Déjame dormir
en la boca de un silencio pálido.
Relampaguean las voces
que estallan contra las paredes,
en la buhardilla se desconcha
la entereza de mis hermanos.
Quisiera acercarme a la cuna
que le roba espacio a mi alfombra,
y decirle al rostro que me mira,
acristalado,
que todo irá bien.
Conozco un lugar donde las noches
callan entre sus muros.
Un horizonte limpio
donde los niños duermen
con la almohada bajo su cabeza
y no contra sus oídos,
sin soldar sus párpados
a la piel que no descansa.
Un lugar donde las tormentas
se marchitan con el eco
de un “Jesusito de mi vida”.
Un lugar donde no existe
el temor de descubrir
que mi madre también sabe llorar.
Allí no necesitaremos
brújulas ni paraguas.
Dormiremos en fila india
de la mano, del corazón,
afinando nuestros suspiros
y bebiendo de esas lágrimas
que ni mienten ni perforan.
No de esas que las nubes sangran
cuando el cielo está enfadado.
Lágrimas de lluvia abierta
y agua en calma,
lágrimas de brisa en do menor.
Con la tinta de esta agua
dibujaré un mapa sin tormentas,
por el que bailaremos
entre líneas discontinuas
hasta llegar a la cruz señalada.