El jueves 8 de febrero monseñor Erik Varden, teólogo y obispo de Trondheim (Noruega) participó en un coloquio con estudiantes de la universidad en el salón actos de nuestro colegio mayor.
“El jueves de la semana pasada recibimos en Belagua a Erik Varden, obispo de Trondheim (Noruega). Monje trapense por vocación, se ha apartado de la vida en los monasterios, para pastorear a su pueblo fuera del silencio, trabajo y contemplación monástica, que tanto le fascinaron en su juventud.
A modo de coloquio con Nuria Martínez, estudiante de literatura y escritura creativa, Monseñor Varden fue contándonos en inglés la historia de su vida. En medio de una infancia feliz, se queda en shock tras ver las cicatrices en la espalda de un granjero al que su padre atendía. La represión nazi contra el pueblo noruego encarnada en la espalda de este hombre, le hace palpar siendo niño el sufrimiento humano y el misterio del mal.
Uno de los puntos de inflexión en su vida, ocurre una tarde cualquiera. El pequeño Erik está solo en casa, y se dispone a escuchar un rato de música clásica, uno de sus pasatiempos preferidos. Tras finalizar la sinfonía de “La resurrección” de Mahler, Varden se queda fascinado. “En ese momento, algo se fracturó en mí. Me di cuenta de que dentro de mí, había algo más grande que yo mismo”.
Removido por todo esto, pero sin terminar de llevar a cabo ningún acercamiento definitivo a la fe católica, con 16 años se interna en un colegio en Gales. Allí, le sorprende mucho la fe que tiene un íntimo compañero de habitación musulmán, que le demuestra que creer en Dios (Varden se reconocía a sí mismo como agnóstico), es algo realmente razonable.
Como consecuencia de un trabajo del colegio, Varden termina visitando un monasterio. Aunque de primeras este mundo le parecía misterioso y le daba algo de miedo, al poco tiempo se queda muy removido por la vida de los monjes. “No fue una conversación especial, sino que era la manera que tenían de vivir. No sé qué es lo que tienen estos hombres, pero sea lo que sea, lo quiero para mí”. Así, comienza su vida monástica. A sus padres esto les costó un poco inicialmente, siendo de familia luterana por tradición, pero que no practicaban su fe demasiado en el día a día.
Tras este breve resumen de su vida, nos cuenta alguna cosa de su libro recientemente publicado sobre la castidad. Nos habla de que todos tenemos algo dentro que desea saciarse. Está claro que no es una pura teoría, sino que habla desde su experiencia personal. Sin embargo, la castidad muchas veces es entendida como una virtud negativa, de continencia, de no hacer. Contra esto, Varden trata de explicar que la castidad tiene que ver con el amor íntegro. Con ese deseo de fondo del corazón humano. Después, nos interpela con cierto humor, diciendo que si nosotros jóvenes, un jueves a las 19 30 estamos escuchando la tertulia de un monje, es porque algo nos mueve interiormente. “Seguid en esa dirección, continuad, estáis en camino”.
Se abre la ronda de preguntas del público, y un seminarista va al grano. Habla sobre la experiencia de la soledad en el camino que está recorriendo, y le pide ayuda al obispo para sobrellevarla. Brillantemente Varden explica cómo en inglés existen dos sustantivos para referirse a la soledad. Aloneness y Lonelyness. La primera es una realidad objetiva. Pero la segunda tiene un matiz negativo. En castellano diríamos, a diferencia del que “está solo”, el que “se siente solo”, es alguien que desea compañía, que busca ser encontrado pero nadie sale a su encuentro. “¿Cuál es el gran remedio? Vive acogedoramente. La entrega en el celibato no es para la soledad, sino para estar abierto para el encuentro”.
Se respira un clima de profundidad, y con gracia, otro estudiante pregunta sobre “algo que no tiene nada que ver. Me encanta la cerveza, y tengo entendido que en su monasterio son grandes maestros cerveceros, ¿nos puede explicar cómo funciona este proceso?”, le dice. Con una sonrisa en la cara, Varden habla de ello, y de cómo le pareció un reto desde el principio. “La clave está en el equilibrio, y en ser paciente, y dejar que el tiempo haga su efecto”.
Nueva pregunta. Un colegial de Belagua se sincera públicamente, y explica que al enterarse de que monseñor Varden estaba en el oratorio rezando, no ha podido sino ir para ver cómo reza este monje y obispo. Le pregunta sobre algo que le preocupe del panorama actual, y sobre algo que le ilusione y le de esperanza. Tras pararse a pensar, y con mucho tacto, explica el dolor que siente por la guerra en el mundo, en concreto en Europa. “Hace unas semanas vinieron a verme unos hermanos monjes ucranianos. Me trajeron 3 regalos. Entre ellos, una caja de metal con restos de explosivos. La caja también contenía clavos. Pensar que esto se lance sobre un hospital de niños enfermos, me duele enormemente”. Silencio conmovedor. Y cambiándole la cara, afirma: “pero me da esperanza ver a tanta gente que hace bien en el día a día. El bien es una realidad que vence siempre. Es íntegro. El mal no es una realidad por sí misma, sino que necesita de otra cosa para alimentarse de ella. El bien vence siempre. Dondequiera que brille la luz, eso se convierte en luz. Además, tendemos a pensar que nuestro tiempo es especialmente complicado, y no es así. Nunca ha sido fácil seguir a Jesucristo”.
Posteriormente, escucha con atención a una chica que le explica que en el día a día, se siente sobrepasada por la cantidad de cosas que trata de hacer, proyectos que saca adelante, y personas a las que trata de cuidar. Con empatía, Varden le anima a que entre tanto ritmo frenético, le puede ayudar preguntarse: “¿qué motiva todo esto, cuál es su fin?”. Así, no perderá el foco de lo realmente importante, habiendo hecho también un esfuerzo por priorizar qué es lo más relevante de todas esas cosas en cada momento.
A continuación, otro estudiante desde el fondo de su corazón pregunta: “¿qué consejo le da a toda persona que se siente que no puede más? Que está consumida por la tentación”. Agradeciendo con sinceridad esta pregunta, interpreta al diablo con sus mensajes desesperanzadores: “no puedes, no vales nada, ¿ves? Otra vez la misma caída…”. Y con fuerza, nos dice “¡sacude a ese diablillo de tu hombro! El demonio es como un pájaro enjaulado. Sólo es eficaz cuando nosotros escuchamos y hacemos caso a sus mentiras. Nunca os dejéis fascinar por la tentación, por el mal”.
Después de este potente mensaje, la moderadora le anima a que nos dé un consejo final a los jóvenes universitarios que ahí le escuchamos, para vivir bien nuestra vida como cristianos. En tono de reflexión, monseñor Erik Varden nos dice: “En todas las cosas Dios puede ser glorificado, y las personas bendecidas. No olvidéis esto. Reconoced también que todos y cada uno de vosotros tenéis una misión. Algo para vosotros mismos, y algo para con los demás. Además, nunca perdáis de vista que cada uno tiene un Padre infinitamente amable, que le ama infinitamente. ¡Resistid a la tristeza! Encontrad la alegría y la felicidad en la vida misma, en vuestra propia vida. Y, por último, pero no menos importante, no os olvidéis de ser agradecidos. Muchas gracias”.